Porque sé que callo cuando debería hablar y grito cuando debería callar.
Comprendí el error que durante tanto tiempo he cometido. Que era capaz de cuestionar cosas simples, que no merecían la pena y sin embargo me enojaban, pero no hablaba cuando realmente algo me importaba o lastimaba.
Como si fuera una cajita de cristal iba guardando actitudes que causaban dolor, sentimientos que florecían, incapaz de manifestarlo. Hasta que en un determinado momento, el espacio se agota y lo que sea que se está por guardar estalla.
Soy frontal, hasta impulsiva, pero con determinadas personas, en determinados momentos. Depende, por supuesto, del nivel de confianza que haya adquirido.
Sé también, que el miedo, la inseguridad, hace que me aleje de lo que quiero, que construya muros donde había caminos. Con el triste empeño de protegerme. Pero, ¿de qué? De una posible desilusión, de un posible rechazo, de que todo salga bien y de pronto se termine... Suena completamente ilógico, pero es increíble lo que nuestra mente puede conseguir, porque en ese afán de "estar bien" lo que consigo es hacerme daño. Sin duda, es peor padecer la inactividad, el sentir la incapacidad de luchar por lo que se quiere, ver como cada día tus pasos recorren exactamente el camino contrario...
Estoy en proceso de cambio, pero como todo proceso, es lento.
Sin embargo, hay un aspecto donde no puedo visualizar el cambio, no he vuelto a tener la oportunidad de aplicar lo que aprendí, porque no ha aparecido nadie aún en mi camino que haga nacer en mí un nuevo sentimiento y hasta que eso no ocurra no podré poner en práctica todo el empeño para no "huirle", para no cerrar de un portazo la puerta que de a poco se va abriendo...